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Cómo usar los test para entrenar el cerebro, no para probar suerte

El test no es una nota. Es una herramienta para aprender más y fallar menos cuando de verdad importa.

Muchos opositores hacen test como quien lanza una moneda: esperando que salga cara. Aciertan, fallan, suman puntos, se quedan con una cifra… y repiten. Pero la oposición no se gana por intuición, ni por suerte acumulada. Se gana porque sabes. Y para eso, necesitas usar los test de forma estratégica, no automática.

Un test no se hace para saber cuánto sabes. Se hace para descubrir en qué sigues fallando.

Si usas el test solo como una forma de medirte, te estás perdiendo lo mejor. Bien aplicado, el test es una técnica de estudio activa, útil y directa. Te entrena para pensar con presión, revisar con objetividad y detectar puntos débiles que no verías solo con la lectura. El problema no es fallar en un test de entrenamiento. El problema es repetir el fallo en examen. Aquí no se permite tropezar dos veces.


Cuándo usar test en tu planificación

Los test deben aparecer en distintos momentos de tu preparación. Cada fase tiene una función específica:

  • Antes de estudiar el tema: activa conocimiento previo y muestra lagunas

  • Después de estudiar: consolida la comprensión y fija ideas

  • Días o semanas después: pone a prueba la memoria real, sin apoyo reciente

Combinar estas fases es lo que convierte al test en una herramienta real de aprendizaje.


Tipos de test y para qué sirve cada uno

Test de arranque: 5 a 10 preguntas rápidas antes de estudiar. El objetivo no es acertar, sino conectar el cerebro con el contenido que vas a estudiar.

Test de consolidación: 20 o 30 preguntas tras terminar el tema. Se corrige con atención. Lo importante no es la puntuación, sino entender el porqué de cada error.

Test de recuperación: Se hacen sin repasar antes, varios días después de haber trabajado el tema. Entrenan la recuperación real de la información.

Test de arrastre: Acumulas las preguntas falladas en una libreta. Las vuelves a hacer cada semana. Es el sistema más potente de revisión y memorización a largo plazo.


Cómo analizar un test para que sirva

Un test sin análisis es solo entretenimiento. Cada sesión debe incluir:

  • Identificación de las preguntas falladas y dudosas (aunque hayan salido bien)

  • Análisis del motivo del fallo: desconocimiento, mala lectura, confusión normativa

  • Consulta inmediata de la ley o tema implicado

  • Registro de la pregunta y su explicación en la libreta de arrastre

El análisis debe durar tanto como el test. Si haces 20 preguntas en 20 minutos y corriges en tres, no estás estudiando. Estás engañándote.


Qué test debes evitar

No todos los test ayudan. Algunos incluso perjudican. Evita:

  • Test mal redactados o sin base legal actualizada

  • Test sin explicación de las respuestas

  • Test genéricos o que mezclan niveles sin sentido

  • Test que ya sabes de memoria

Un test que no te exige, no te entrena. Solo te entretiene.


Cuántos test hacer y con qué frecuencia

No se trata de hacer cientos de preguntas cada día. Se trata de hacer menos, pero mejor. Una buena estructura puede ser:

  • 20 preguntas sobre el tema que estás trabajando

  • 20 preguntas de recuperación sobre temas anteriores

  • 10 preguntas de arrastre, elegidas entre errores pasados

Este sistema entrena el cerebro, mejora la memoria y te hace más preciso con cada intento. Repítelo las veces que necesites.


¿Y si los test te bloquean?

Hay opositores que se vienen abajo con cada error. Eso indica que están viendo el test como un examen, no como un entrenamiento. Fallar es necesario. Lo que importa es entender por qué fallaste y cómo evitarlo la próxima vez.

Preocúpate si aciertas sin saber por qué. Preocúpate si no corriges nada. Pero no te castigues por fallar mientras estás entrenando. Ese es, precisamente, el momento de fallar.

 
 
 

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